domingo, 8 de abril de 2012

La Cadena de Plata: Quinto capítulo

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5
Leo y Alberto acabaron de comer, se lavaron las manos y se fueron a la biblioteca de Rafael. Era la puerta que estaba enfrente de la cocina, era una habitación con estanterías por paredes, y un pequeño escritorio en el centro, para leer toda esa cantidad de libros. Sofía apareció por la puerta con una sonrisa en los sabios, y miró a los dos niños, tirados en el suelo con un par de libros con ellos.
-        Chicos, voy a darme un baño, si necesitáis algo, avisadme.
-        Vale mama, supongo que después nos iremos a jugar por la calle.
-        De acuerdo, pero llevad cuidado.
Sofía desapareció de la biblioteca, y fue directa al baño, allí abrió el grifo de la bañera y empezó a llenarla mientras ella se desnudaba. Se miró fijamente al espejo, centró su vista en esos ojos marrones, y empezó a reflexionar sobre el año que llevaba después del atentado, y después de haber sufrido tanto. Recordó el día en el velatorio, cuando estaba en la cola para darles el último adiós a sus mejores amigos. El guardia estaba delante suyo, cabizbajo, de vez en cuando miraba hacia atrás para ver si la persona del primer ataúd había acabado, en una de esas ocasiones, el guardia se apartó, y esta vez, si que miró a Sofía, que miró hacia delante, contemplando ambos ataúdes. Un escalofrío le recorrió la espalda.
-        ¡Mama! ¡Nos vamos a jugar! - Avisó Alberto, sacando por un momento a su madre del trance.
Sofía se dio la vuelta, la bañera ya estaba llena de humeante agua, se dio cuenta de que le sudaba la espalda, y la tenía sudorosa, de ahí el escalofrío que había sufrido. Se metió dentro de la bañera y sin poder evitarlo, cerró los ojos y volvió a sumergirse en sus recuerdos.
Se plantó frente al ataúd de Antonio, al cual conoció cuando entró a la universidad. Ella había conseguido entrar en una de las mejores universidades de la zona, pero el resto de sus amigos y compañeros no. Estaba sola en un mar de desconocidos, y eso la puso muy nerviosa y no pudo pensar con claridad. Con los nervios, no podía encontrar la clase y el reloj corría en su contra, se apoyó en la pared del pasillo y miró al vacío. “Mi primera clase y ya la he cagado” pensó.
-        Perdona, ¿Eres de primer año de derecho?
Sofía se giró y se topó con unos ojos verdes que le sonreían con gran alegría.
-        Sí, pero me parece que me he perdido, me suele pasar… - Sofía hablaba con una mezcla de impacto por el encontronazo con Antonio y el ridículo de la situación - ¿Me puedes ayudar a encontrarla?
-        Por supuesto, te has quedado bastante cerca, está acabando este pasillo. Por cierto, me llamo Antonio.
-        Yo Sofía – Le respondió con una amplia sonrisa, que demostraba confianza
-        Oye, si quieres podemos tomar algo juntos cuando acabe la clase. - Sofía no tenía claro si ese nuevo conocido estaba intentando ligar con ella, pero accedió. – Me has caído bien, si necesitas algo, búscame en clase.
Esa tarde tomaron café, y no fue la última. Desde entonces, Sofía y Alberto siempre quedaban casi todos los días al acabar las clases y hablaban de sus cosas. Alberto era una gran ayuda para Sofía tanto en el ámbito personal como en el de los estudios, lo que hizo que se convirtiera en uno de sus mejores amigos. Después de tres años de amistad, cuando acabó la última clase, Antonio se acercó a Sofía.
-        Sofi, no puedo tomar el café hoy pero… ¿Tienes planes esta tarde?
-        Pues… La verdad es que no.
Sofía sólo tenía un amigo de verdad en la clase, y ese era Antonio, el resto eran compañeros con los que quedaba muy de vez en cuando. Sus verdaderos amigos estaban lejos, algunos se habían visto obligados a irse a estudiar a universidades de otras ciudades, y otros estaban muy ocupados con los estudios para salir, por lo que la mayoría de las tardes, Sofía se quedaba en casa. Antonio sabía todo esto, y no quiso que su mejor amiga estuviese en ese estado.
-        Perfecto, pues te vas a venir conmigo y te presento a unos amigos ¿Qué dices?
La propuesta chocó con Sofía, ella era muy tímida para conocer gente, y siempre se quedaba bloqueada, pero aun así no podía negarle nada a Antonio, no después de todo lo que había hecho por ella en estos últimos tres años.
-        De acuerdo – Dijo con una sonrisa en los labios – ¿Quedamos en la parada de la universidad?
-        ¡Perfecto! Pues nos vemos a las 6 allí. ¡Hasta entonces!
Esa tarde ambos cogieron un autobús y fueron juntos a la capital y se reunieron con el grupo de Antonio. En una mesa había dos chicas y tres chicos. Antonio empezó a saludar a todos, hasta plantarse delante de una de las chicas, con una melena rubia, y un rostro iluminado por una sonrisa que se dibujó al ver a Antonio. Ambos rostros se fundieron en un beso, mientras la chica rodeó a Antonio con los brazos, y él la cogió de la cintura. En ese momento, Sofía la identificó, era la novia de Antonio, Mónica. Antonio le había hablado mucho de Mónica, pero nunca se la había imaginado tan guapa, tan alegre, pero eso sólo aumento su buena impresión. Se volvió a Antonio y se percató de que se disponía a hacer las presentaciones, mientras se acercaba con Mónica al lado.
-        Sofí, esta es mi novia, Mónica. Mónica esta es Sofía, mi mejor amiga, - La calificación de la que la catalogó alagaron a Sofía, que sonrió en el acto. – pero puedes llamarla Sofi.
Mónica sonrió como si la conociera, y Sofía le devolvió el saludo del mismo modo.
-        ¡Hola Sofi! Toni me ha hablado muchísimo de ti.
-        Lo mismo digo, encantada de conocerte. – Respondió con gran entusiasmo.
-        Bueno, te voy a presentar al resto del grupo.
El resto del grupo se fue acercando y Antonio los fue acercando. El primer chico se llamaba Fermín, era el más alto del grupo, con el pelo corto y rubio, con una mirada de ceniza. Era un chico divertido, siempre estaba sonriendo como si no le preocupara nada. Luego se le presentó la segunda chica del grupo, se llamaba Pilar, era una chica de pelo corto y negro, con unos sonrientes labios pintados de un rojo vivo, para resaltar lo carnosos que eran. Sus ojos de color verde oscuro miraban a Sofía con curiosidad. Era una chica muy jovial y muy sociable, siempre dispuesta a ayudar a sus amigos, lo que la convirtió en la confidente del grupo. El tercero se llamaba Roberto, pero desde siempre le llamaban Blanco, ese era su apellido, pero además, el mote iba referido al pálido de su piel. Tenía unos ojos de un color castaño muy intenso, estaba rapado, y su fuerte físico estaba basado en una espalda ancha y musculosa, estos elementos le otorgaban un atractivo físico que le facilitaba las cosas a la hora de tratar con las chicas. Pero también le otorgaban cierta prepotencia y un ego que a veces salían a la luz en los momentos menos oportunos, aun así, se podía contar con él cuando fuera necesario. Sofía giró un poco la cabeza, y se topó con dos ojos zafiro que le sonreían con timidez. Un cosquilleo le sacudió todo el cuerpo, y los nervios que había perdido presentación tras presentación volvieron.
-        Hola, yo soy Rafael, encantado. – Dijo aún con la tímida sonrisa en la boca.
-        Encantada, Toni me ha hablado de ti.
A partir de entonces Sofía se convirtió en una más del grupo, empezó a salir siempre con ellos y se dio cuenta de que Rafael le gustaba, y empezó a coger confianza con Mónica, y se convirtió en su mejor amiga.
Sofía volvió delante del ataúd de Antonio, un rayo que salía entre dos nubes, iluminó por unos instantes todo el tanatorio, y creó un reflejo en el marco de la foto de Antonio que deslumbró a Sofía, y hizo brillar todos las lagrimas que tenía en la cara, una imagen tristemente bella.
-        Me diste alegría donde esperaba encontrar soledad, no merecíais este final. Adiós Toni…
Se secó las lágrimas y se dirigió al ataúd de Mónica, quien se había convertido a lo largo de todo este tiempo, una hermana para ella.
Al poco tiempo de que Sofía se uniera al grupo, ella y Mónica se convirtieron en grandes amigas, quedaban juntas en muchas ocasiones, Pilar tenía otros amigos con los que quedaba, por lo que sólo la veían cuando salían todos juntos. Después de un tiempo, empezaron a tener confesiones intimas entre las dos, una de ellas el amor que sentía Sofía hacia Rafael. Mónica se propuso unir a sus dos amigos, por lo que le insistía que se declarara.
-        Vamos Sofi, se le nota en la cara que le gustas. El tiempo que tardas en lanzarte, es tiempo perdido…
-No estoy segura Mónica. ¿Cómo puedo saber si le gusto?
-        ¿Bromeas? Eres una chica preciosa y tienes buen tipo. ¿Qué más quieres?
-        No sé si él opinará igual…
-        He de confesarte una cosa, cuando te conocí me puse muy celosa. – Miró al cielo y cerró los ojos, como si se avergonzara de admitirlo, luego sonrió, porque sabía que ella lo comprendería. – Te vi tan feliz con Toni, y tan feliz él contigo, que me temí lo peor, pero ahora que te conozco me he quedado tranquila. – Sofía no sabía que responder, esta confesión le impactó, pero no se enfadó, simplemente escuchó. – Me demostraste ser una chica de confianza, y eso es otro punto a tu favor. Enserio, Sofi, da el paso, que a veces a los hombres son demasiado sosos para hacer estas cosas.
Las palabras de Mónica reconfortaron a Sofía, la confianza que le demostró con esa conversación la hizo sentirse muy feliz, ninguna persona le había expresado esa confidencia, ni si quiera sus amigos de la infancia la había tratado así. Cada día el cariño que se tenían iba aumentando, lo sabían todo la una de la otra.
Después de un año de amistad, las dos amigas quedaron para preparar una ocasión muy especial. Mónica acababa la carrera, y Sofía la estaba ayudando a prepararse, a ella aún le quedaba un año para graduarse. Mónica llevaba un vestido “palabra de honor” azul, se había pintado los labios de rojo oscuro, y una sombra de ojos cubría sus parpados. Sofía ya estaba arreglada, con un vestido blanco de hombros caídos, no iba muy maquillada, y llevaba el pelo recogido en un moño. Mientras peinaba a
Mónica en su habitación, entablaron una conversación sobre todo lo que significaba ese día.
-        Parece increíble que vaya a graduarme ya, estos años se me han pasado volando.
-        Qué suerte tienes, a mi todavía me queda un año de estudio…
-        Vamos Sofi, hoy también puede ser un día importante para ti. Vas a estar en una fiesta con bebida, ambiente… es el lugar perfecto para que te declares a Rafa.
-        No sé yo… Ya sabes lo que me cuestan estas cosas Moni…
-        ¡Vamos Sofi! Yo acabaré yéndome con Toni por ahí, querremos estar a solas como comprenderás, ese debe de ser tu momento.
-        Está bien, lo intentaré. – Sofía dejó el cepillo. – Levántate para que pueda verte. – Mónica la obedeció. Sofía la miró y sonrió. – Estás preciosa.
-        Tú también. – Mónica la miró de arriba abajo. – Gracias por todo lo que has hecho por mí.
-        No, Moni… Gracias a ti…
Ambas se emocionaron, pero ninguna lloró, se miraron a los ojos y sin articular palabra de la habitación, rumbo a la universidad. La ceremonia transcurrió con bastante naturalidad, y después de la cena, el grupo de amigos se separó del resto de graduados y pasearon por la ciudad, de bar en bar. Sofía se percató de que Antonio y Mónica, se habían aislado en su pequeño mundo de pasión, y miró a Rafael que estaba bromeando con Fermín, Roberto y Pilar, se sentía apartada. Rafael la miró y sonrió, se levantó, mirándola fijamente con sus dos azules ojos, invitándola a que se uniera a la conversación. Sofía era incapaz de pedirle a Rafael que viniese a solas con ella, que tenía que decirle algo importante, se estaba agobiando de ver como la oportunidad más clara que tenía se le escapaba por su timidez. Le miraba, como hablaba, como se reía y se dio cuenta, de que no había fumado en toda la tarde, cosa que le extrañó.
La fiesta acabó, y Sofía no había conseguido su objetivo. Mónica estaba decepcionada, pero prefirió consolarla, ya que estaba muy afectada.
-        Vamos Sofi… Seguro que tendrás otra oportunidad, de todos modos, vamos a seguir saliendo todos juntos. Vamos, alegra esa cara por favor.
Sofía tenía los ojos húmedos, le temblaban las manos. Oyó las palabras de Mónica, pero las ignoró, no le dolía no haber conseguido lo que quería, le dolía la timidez e inseguridad con la que se había comportado, sentía rabia por el hecho de no haber actuado con el valor deseado.
-        Joder Moni… soy una cobarde, una estúpida.
-        No digas esas cosas Sofi… Tú eres capaz de hacer lo que quieras, sólo tienes que poner empeño, yo confío en ti.
Con la tensión acumulada, no se habían percatado de que Rafael se había acercado.
-        ¿Interrumpo algo?
-        No, para nada. – Contestó Mónica con sorpresa.
-        Bueno, sólo quería decirle a Sofi una cosa. ¿Te vienes conmigo a la parada del bus?
-        Si, por supuesto. – El rostro de Sofía se iluminó. – Voy enseguida.
-        De acuerdo, avísame cuando quieras que nos vayamos.
Rafael se fue con el resto del grupo. Sofía miró a Mónica y sonrió, ella extendió los brazos mientras soltaba una carcajada, y ambas se abrazaron.
-        Anda, y no lo cagues ahora.
Sofía avisó a Rafael y caminaron hacia la parada del autobús, el camino fue silencioso y solitario, caminaban sin mediar palabra. Ya en la parada, mientras esperaban al autobús, Sofía intentó darle conversación, pero sus labios estaban sellados, el miedo y la vergüenza volvían a invadir su mente, pero ante su sorpresa, Rafael tomó la iniciativa.
-        La verdad es que ha sido una noche espectacular. – Mientras hablaba, miraba al cielo, oscuro, sin estrellas a causa de la luz de la ciudad. – Has estado muy callada todo el rato. ¿Te pasa algo?
-        No nada, hoy no estaba muy animada, sólo eso. Por cierto, me he dado cuenta de que no has fumado. ¿Te lo estas dejando?
Rafael sonrió tímidamente, y con una pizca de ironía.
-        Yo nunca me dejaré el tabaco, es parte de mí. Lo que pasa es que fumo cuando quiero, que es distinto.
-        Ya veo… - La contestación fue vaga y seca, y Rafael se había percatado de ello.
-        Oye que no lo decía de malas maneras, perdona si te he ofendido – Su tono de voz había cambiado a arrepentimiento.
Sofía rió y le dijo con voz risueña:
-        Idiota, que no me ha sentado mal, que ingenuo eres.
Ambos rieron y entablaron una conversación muy intensa, al cabo de un rato, una gran sombra apareció al final de la calle, y a medida que se iba acercando, se distinguía más el color azulado del autobús. En medio de la oscura noche, un autobús, conducido por un señor calvo y esquelético, transportaba a un borracho que volvía a casa después de cerrar varios bares, a un pequeño hombrecillo con un traje barato, que salía de su oficina tras acabar todas sus horas extra, a una mujer corpulenta que venía del aeropuerto, con un abrigo que parecía muy caro y una maleta llena de ropa, y al fondo del autobús, había dos jóvenes enamorados que hablaban, reían y bromeaban, mirándose a los ojos con una ternura, visible para cualquier persona, menos para ellos mismos.
El autobús llegó a la universidad, ahora iban a coger caminos distintos, Sofía tenía que coger un autobús hacia la periferia de la capital, y Rafael un autobús que le llevara al pueblo. Mónica y Antonio se habían quedado más tiempo por la capital adrede, para que se quedaran solos. El autobús de Rafael llegó, cuando Sofía se dio cuenta de que no le había dicho nada de lo que quería ya se encontraban frente a la puerta del autobús. Los nervios y el arrepentimiento de no haber sido capaz volvieron a invadir el cuerpo de Sofía, su cabeza empezó a maquinar que podía hacer, y solo se le ocurrió una cosa.
- Sofía he de decirte una cosa. – La voz de Rafael interrumpió los pensamientos de Sofía. – Hoy no he fumado porqué no me apeteciera, no lo he hecho porqué quería hacer una cosa. – Entonces Sofía lo entendió todo, mientras Rafael hablaba, los nervios se transformaron en euforia, el arrepentimiento en alegría. – No he sido capaz de hacerlo, pero quería… - Sofía le interrumpió con un fuerte beso y apretándolo entre sus brazos, Rafael se quedó aturdido, y con una sonrisa de estúpido en la boca.
Sofía tenía una sonrisa de niña en el rostro, y dijo con voz juguetona:
-        Anda vete, que vas a perder el bus.
-        Sí, claro. – La cara de estúpido permanecía en el rostro de Rafael. Sofía rió.
Al día siguiente, Sofía llamó por teléfono a Mónica y se lo contó todo. Las dos amigas quedaron por la tarde y compartieron la alegría que les producía la liberación de una presión tan fuerte y duradera como esa. Cuando acabó el día y se iban a despedir, Sofía apretó con sus brazos a Mónica.
-        Gracias. - Dijo en un susurro que se llevó el viento.
El calor del agua sacó a Sofía de sus recuerdos y se dio cuenta de que lo había dicho en voz alta. Estaba acongojada, pero las lágrimas se confundían con el sudor por lo que no tenía claro si estaba llorando. Se secó y se vistió, abrió la puerta y una corriente de aire fresco chocó con su cuerpo. Salió a la terraza, y se tumbó en una hamaca y cuando una lágrima se deslizó por su rostro, confirmó que estaba llorando.

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